Ya sea desde el más recóndito confín de la vieja Europa hasta el amplio confort de las clases privilegiadas de la sociedad americana, la última tendencia en la gran pantalla es la constatación de la necesidad de deshacernos de muchas de nuestras insostenibles actitudes, pasar en profundidad una buena escoba y construirnos una nueva identidad.Desde un punto de vista personal, el planteamiento del célebre realizador canadiense, Jean-Marc Vallée (casi oculto por la imagen tan mediatizada de su compatriota Xavier Dolan), es el más radical y libre: para empezar con buen pie, destruyámoslo todo. Literalmente. Para acabar así con lo que nos ha conducido a la situación actual.
David, el joven yuppie de Demolición, pierde en un trágico accidente de coche a su esposa y, en lugar de a lógica pena que esperaba sufrir, ve que más bien una indiferencia se instala en lugar del legítimo duelo de viudo.Nadie podía interpretar mejor a este flipante personaje que Jake Gyllenhaal, en friki alucinado, ausente, tierno, snob, indiferente, sensible y frío. Sin duda alguna el mejor papel de su impecable carrera, que no deja de sorprender con cada una de sus nuevas interpretaciones. Sublimado, evidentemente, por el ojo curioso y juguetón de Jean-Marc Vallée.El único director que sabe reconocer e integrar, con franqueza, su lado más kitsch, golpes exagerados de teatro, personajes al límite de lo creíble y parejas con tan poca alquimia en pantalla como Jake Gyllenhaal y Naomi Watts, y que todo cuele por la brillante manera de abordar su tema preferido: cómo construir o defender nuestra propia personalidad.Por ello, como desde C.R.A.Z.Y., cuando el cineasta se adentra en su tema preferido se le perdonan todos sus excesos. Tanto la creación de la nueva vida del protagonista, como la construcción del andrógino hijo de la protagonista, es lo mejor y más inteligente del director de esa joya llamada, Dallas Buyers Club.
Lección de Demolición: romper con todo, destruir y aniquilar, para empezar por buenos y sólidos cimientos. En el mazo de derribo está la felicidad.Mia Hansen-Lve, otra de las cineastas francesas más sutiles e inteligentes de su generación, acierta cuando pisa en terreno conocido. Hija de padres filósofos, esta joven nada con la facilidad de una sirena en terrenos tan profundos como la ética, el bien, la felicidad o la aceptación.Isabelle Huppert estaba destinada a interpretar este personaje. Evidentemente inspirado de la madre de la cineasta, también profesora de teoría del pensamiento, la propia directora ya había actuado en el papel de la hija de la actriz en otra película...en resumen, las coincidencias eran demasiado enormes para no caer en ellas.
Aquí se plantea de nuevo el problema de la reconstrucción. Isabelle Huppert va perdiendo todo lo que le rodea. Sus hijos, con la edad, han alzado su vuelo, su madre que pierde la cabeza, su marido que decide descubrir nuevos horizontes, por decirlo de alguna manera...Lo importante, como siempre, en Mia Hansen-Lve está en el detalle. La acumulación de pequeños gestos, frases, actitudes y acciones, en principio, anodinas, acumulan y dan todo un sentido a la historia, según va avanzando su desarrollo. Una cineasta que lleva toda su carrera acumulando premios y que, en L'Avenir, se añadió el Oso de la Berlinale de este año a la mejor directora. Ahí es nada.
Lección del provenir (L'Avenir): pues igual al final no era tan importante lo que tenía y, en realidad, le estaba dando demasiada importancia a algo o alguien que no la merecía. En resumen, mejor solo que mal acompañado. Qué bien se está así y qué pena no haberlo descubierto antes.Mañana prometía ser más que previsible y, reconozco, me daba una tremenda pereza ir a verlo (con lo que me gusta el género). Hoy que todavía sigue en cartelera, tras 20 semanas desde su estreno, exitazo de público y un César al mejor documental del año, debo decir que me empujaron a verlo casi dos meses después de su estreno.Tema recurrente que imaginaba tratado de forma muy ligera, en plan, vamos a sensibilizar a todo el mundo porque es más que necesario. Sinceramente, me parecía más panfleto y propaganda, que buen cine y compromiso. O sea que el proyecto de Mélanie Laurent me parecía más postureo tendencia actual que verdadera implicación. Algún día alguien debería poder explicar de dónde vienen esos prejuicios tan inexplicables.Mañana convence y, además,es muy necesario. El interés de este documental es que no se las da de listillo ni nos toma por novatos. Su verdadero interés es su humildad y falta de pretensión. Los dos cineastas, Cyril Dion y Mélanie Laurent, tras la lectura del apocalíptico artículo de 2012, de la revista científica Nature, que predecía la inminente explosión de los ecosistemas actuales, en lugar de hacer inventario de lo mal que estamos, han decidido mostrar las soluciones que se pueden y, sobre todo, que ya se están aplicando, en 10 países distintos del mundo, para evitar la crónica de una catástrofe mil veces anunciada. Lección del mañana: el futuro se hace hoy. Un feel good movie de los que dan esperanzas y optimismo. Absolutamente recomendable.